Queremos empezar este ensayo con las últimas palabras de la pieza sonora que compartimos “Sin el sonido la vida no superaría el instante”1. El sonido ha estado siempre. Desde que el big bang explotó, con un sonido se inició la conformación de las diferentes formas de vida.
¿Por qué decimos que allí inició el sonido? Porque aún hoy lo seguimos escuchando.
Durante estos 14 años de escucha, la propuesta de NoísRadio intenta descifrar, de alguna manera, los códigos que el lenguaje sonoro nos comunica. Lo recorremos tratando de traducir para asimilarlo, para comprenderlo, para que nos nutra. Sin embargo, los caminos escogidos no son siempre los correctos o mejor aún, a esos caminos le nacen nuevas rutas, nuevas posibilidades. Durante los últimos meses hemos experimentado nuevas sonoridades y formas de desentender los sonidos escuchados, los sonidos que nos rodean, los sonidos fantasmales, los sonidos que desde el big bang existen y resuenan.
Por eso el ensayo sonoro propuesto fue pensado como un encuentro de sonidos que gracias al azar de un momento se juntan y los podemos sentir, palpar y disfrutar. Primero, queremos invitarles a nuestro pasado, a nuestras preguntas sobre la conformación de nuestros territorios, sobre nuestras herencias culturales, sobre los sonidos de la ciudad, sobre la musicalidad que se refleja en las voces de las personas en la calle, sobre los movimientos rurales y urbanos, sobre las migraciones de las personas de aquí para allá, de allá hacía más allá.
Nuestros archivos nos hablan de viajes a las costas de nuestro país, Colombia, nuestro porque lo habitamos y nos juntamos con la gente que lo construye, no porque cantemos el himno nacional o recemos la oración de la patría. Esas costas pacíficas y atlánticas resuenan con cantos de aves, con gritos de insectos, con marejadas intensas, con lluvias torrenciales. Podemos escuchar esos sonidos sin entender qué dicen. Podemos soñar esos sonidos, podemos viajar por ellos sin siquiera poder captar su sentido; sólo escuchamos.
Luego escuchamos los acentos y las reflexiones de voces que no hemos escuchado nunca en la historia oficial o la historia de los medios masivos, de los libros de texto. Las voces y acentos de mujeres y hombres que están siempre allí, compartiendo con la naturaleza y que caminan hacía atrás y hacía adelante cantando, riendo, soñando, alabando, llorando. Esos acentos y esos cantos de pájaros, esos azotes de las olas, ese susurrar del viento han resonado en nosotras como colectivo, porque las violencias han motivado su viaje por el aire hasta llegar a nuestros oídos. Las sonrisas arrebatadas durante tantos años quieren volver a habitar los cuerpos de los niños, las niñas y jóvenes en las costas, en los territorios violentados. Por eso los sonidos vuelan y los archivos quieren gritar de emoción porque es vital, potente y necesario que sean escuchados.
1 Esta frase es del texto “Experimental music: doctrine” del músico y escritor John Cage que el escritor Gustavo Celedón cita en su libro “Sonido y acontecimiento”.
Pero volvamos a las costas colombianas y panameñas, volvamos a las aguas que cubren la esfera en que vivimos, allí el sonido viaja más rápido y podemos escuchar una ballena a miles de kilómetros y si nos detenemos a pensar que el espacio también cubre el tiempo, o son lo mismo, quizás podemos escuchar en las aguas el sonido del pasado. El pasado, como dice Silvia Cusicanqui, no está atrás sino adelante, es el faro que nos guía y nos define y por ende es el origen de muchos de nuestros complejos comportamientos hoy.
Las aguas de los mares y ríos se usaron como autopistas para transportar todo, absolutamente todo.
En los archivos sonoros que hemos ido reuniendo hay una historia, en la voz de Esteban Gonzáles, de cómo ese río Atrato, del Chocó Colombiano, debió desembocar en el pacifico, pero hizo un giro dramático hacía arriba, hacía el Caribe colombiano, hacía el océano Atlántico, para así construir una puerta grande de entrada a nuestro país y a Sudamérica. El nombre A-T-R-A-T-O nos retumba y nos sugiere que en ese majestuoso cuerpo de agua se hicieron tratos y tratas, se comercializó con cosas y con hombres y mujeres. Se hizo contrabando con personas, con seres humanos nacidos en otros continentes y traídos a la fuerza a este continente para trabajar. Samía Gonzáles, en ese mismo archivo sonoro decía “las personas esclavizadas eran tratadas como ganado parlante”. Del mismo modo, la historia nos cuenta que el nombre A-T-R-A-T-O proviene de los Emberá, que traduce río de piedras, quizás preciosas para alguien.
Los archivos sonoros nos cuentan que en la época de la colonia, el río Atrato y otros más, fueron explotados para extraer de ellos piedras “preciosas”, gracias al trabajo duro de hombres y mujeres que fueron esclavizados. Entonces la explotación fue doble. Al río, como sujeto y las personas.
Los sonidos de mujeres y hombres llegando a la selva del Chocó, entraron al oído de un niño que escuchó cómo el barco entraba al golfo de Urabá, a una playa que ahora se llama Mulatos ¿Esos sonidos existieron? En África, ¿qué animales había y cuáles animales encontraron aquí?, ¿qué les dijeron esos animales? Las olas o maretas, ¿sonaban distinto? Para que algo suene se necesita vida, movimiento y la vida pulula en las costas de Colombia, pero esa vida está en constante riesgo.
Los archivos sonoros de los lugares, sus voces, sus olas y sus pájaros e insectos nos cuentan historias que no entendemos, que quizás podamos empezar a sentir para luego entender. Pero los pasos que damos a veces nos llevan a lugares extraños, nos llevan a inventar, o incluir, más voces inertes que, al parecer, lo saben todo.
Así empieza esta conversación con ChatGPT sobre el río atrato:
NoísRadio:
Hola Chat ¿por qué crees que se llama atrato?
ChatGPT:
El nombre “Atrato” proviene de la lengua de los indígenas emberá, que habitan en la región donde se encuentra el río. La etimología exacta del nombre “Atrato” puede variar según las fuentes, pero se cree que proviene de la palabra emberá “Adar-itu,” que significa “río de piedras” o “río de piedras preciosas.”
NoísRadio:
Hay una teoría y es que se llama atrato porque había mucha trata de esclavos. ¿qué piensas de eso?
ChatGPT:
La teoría que sugiere que el nombre “Atrato” proviene de la trata de esclavos es interesante, pero no es ampliamente respaldada por la etimología y la historia conocida del río.
NoísRadio:
¿Qué lenguas hablaban las personas esclavizadas en el río Atrato?
ChatGPT:
Durante el proceso de esclavización, estas personas fueron despojadas de sus lenguas y culturas originales y se les obligó a aprender el idioma de sus amos, que generalmente era el español en el caso de Colombia.
NoísRadio:
¿Puedes hablar en yoruba?
ChatGPT:
Soy capaz de generar texto en varios idiomas, incluyendo el yoruba, pero mi conocimiento del yoruba está limitado a respuestas y frases predefinidas, y no tengo la capacidad de mantener una conversación fluida en ese idioma.
NoísRadio:
¿Puedes recrear una situación de una persona esclavizada en el río Atrato?
ChatGPT:
Claro, puedo ayudarte a recrear una situación ficticia en la que soy una persona esclavizada cuya lengua natal es el yoruba y me encuentro en el río Atrato en el siglo XIX. Ten en cuenta que esta recreación es imaginaria y no representa hechos reales, pero puedo ofrecerte una breve narrativa.
Soy un hombre de origen yoruba, arrancado de mi tierra natal en África y traído a estas tierras lejanas en América. Mi lengua materna es el yoruba, pero a lo largo de los años he tenido que aprender a comunicarme en español, la lengua de mis amos.
Vivo en una plantación cerca del río Atrato, rodeado de densa selva tropical. Las largas jornadas de trabajo en los campos de caña de azúcar son agotadoras y llenas de sufrimiento.
Las cicatrices en mi cuerpo son testigos de las duras condiciones a las que hemos sido sometidos.
Cada día, al mirar el río Atrato, recuerdo mi hogar lejano en África, con sus paisajes verdes y sus colinas ondulantes. A veces, en silencio, canto canciones en yoruba que me transportan de vuelta a casa, a pesar de la distancia abismal.
Escucho el sonido del río Atrato mientras trabajo bajo el sol abrasador. Sus aguas fluyen poderosas y misteriosas, como un recordatorio constante de la resistencia y la lucha por la libertad que late en mi corazón y en el de mis compañeros esclavos. A menudo, compartimos historias y susurros en yoruba, manteniendo viva nuestra cultura y nuestras creencias, incluso en medio de la opresión.
Sueño con el día en que podamos escapar de estas cadenas, recuperar nuestra libertad y regresar a nuestras raíces africanas. Pero mientras tanto, en el río Atrato, mantenemos viva la llama de la esperanza y la resistencia, recordando quiénes somos y de dónde venimos, a través de nuestras palabras en yoruba y los lazos que nos unen como hermanos y hermanas.
En Cali, Colombia, Laura Cuellar del colectivo Caresolazo y César Torres del colectivo NoísRadio, nos reunimos el 10 de septiembre para explorar, en un jam sonoro, los lenguajes desconocidos de los animales, de las aves, de los insectos. Lenguajes anteriores a nosotros que retumban en las paredes de las montañas y las crestas de las olas. Nos reunimos para escuchar la reverberación de la playa del Pacífico panameño y colombiano, nos reunimos a escuchar los rebotes de las ondas dentro de la fortaleza San Felipe de Portobello, Panamá. Nos reunimos a escuchar a Kasbell, actriz, artista, rapera de Buenaventura; escuchamos a Esteban Gonzáles y Samia Gonzáles hablar sobre los ríos del Pacifico Colombiano, entre ellos el río Atrato. Navegamos aguas que nos condujeron a la confusión de la inteligencia artificial que chocaba con los ecos del pasado, con la historia sonora no contada, callada durante años y que pide a gritos salir, emerger para contarse y que todos y todas la sintamos.